Destrozando panaderías...
Un medio igualmente eficaz de quedarse sin pan mañana es ignorar las leyes de la oferta y la demanda, el equivalente económico de la ley de la gravedad en física. Imponer precios oficiales arbitrarios siempre lleva a escasez o exceso de producción. En el caso de los alimentos es especialmente sangrante cuando para ayudar a los pobres se impone un precio máximo a un producto de primera necesidad, castigando duramente a aquellos que se atreven a cobrar de más, con el resultado ineludible de reducir la oferta. Si la diferencia entre el precio oficial y el de mercado es muy grande, también lo será la escasez, llegando al punto de desaparecer el producto del mercado. Por supuesto los pobres podrán alegrarse de no tener que pagar demasiado por el pan, ya que no podrán comprarlo a ningún precio.
Desde tiempos de Diocleciano, pasando por la Revolución Francesa hasta tiempos modernos, siempre hay algún gobernante justiciero dispuesto a decretar un supuesto "precio justo" y siempre pasa lo mismo. Si además combinamos la inflexibilidad de los precios regulados con la inflación (también culpa de los gobernantes), la receta para el desastre está servida.
La próxima vez que os encontréis con una escasez o exceso crónico de cualquier bien o servicio, que oigáis que hace falta racionar, regular o restringir el uso de algún producto "escaso", mirad bien el precio, lo más probable es que esté intervenido.