NACIÓN HISTÓRICA VS. MODERNIDAD
Las
nacionalidades denominadas históricas en España reciben dicha denominación por
los pactos políticos nacidos en la Constitución Española de 1978, que buscaron
el consenso así establecido desde entonces, para mejor vertebrar un país
dividido y recién salido de una guerra civil y una dictadura.
Revierte
dicho status de una tradición histórica de arraigo en sus pueblos como lo es un
lenguaje propio, cultura, fueros preconstitucionales y fuertes partidos
políticos nacionalistas.
34
años después, con un cambio de siglo de por medio y una madurez más que sobrada
de la etapa democrática, seguimos con el mismo sistema que nació en el 78 y
mana sus razones de ser, a veces incluso, en hitos históricos derivados de la
Edad Media.
Y
queremos de España, que nos represente como un Estado democrático y moderno…
pero aún políticos y parte de la sociedad siguen anclados en el pasado sin
comprobar la dicotomía que esto supone. Un pasado que es más que histórico ya.
El
consenso de la Consitutción de 1978, que costó el esfuerzo, el silencio y a
veces el olvido de toda una generación para que el país no volviera a mirar
atrás a esa etapa negra de nuestra historia, fue cumplido a rajatabla salvo por
los propios políticos, nacionalistas y autonómicos, que han reconocido estos
estatutos y que hasta en el día de hoy, ya en pleno siglo XXI de la modernidad,
siguen reclamando diferenciación frente al resto del Estado. Y aún así queremos
ser un Estado moderno…
España
tiene un modelo de estado que se ha visto obsoleto y que pierde fuerza frente a
las naciones hermanas europeas, las cuales nos reclaman su revisión día tras
día. Y los partidos políticos se niegan a intervenir, pero quieren la
modernidad para nuestro pueblo…
Ya
es hora de plantear que la historia es una definición sucinta al término
pasado, que ha de enriquecernos, enorgullecernos por la importancia y grandeza
que tuvo, pero que sin falta España tiene que girar la cabeza y mirar al
futuro, pues hoy se presenta muy incierto y oscuro como para que sigamos anclados
en él. Y cualquier democracia moderna ha de saber que la intervención del
estado elefantiásico que nos dimos en el 78 tiene una estructura mucho más
cara, innecesaria e improductiva de lo que un país del siglo XXI necesita. Si
no nos aferramos al futuro y olvidamos el pasado, si no pensamos en mejorar
nuestras instituciones y nuestro marco regulador, acabaremos viviendo las
autonomías históricas, sí, pero seguramente junto con un corralito de ruina
como viviera Argentina.
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